Muy pocas personas fueron capaces de predecir hace unos años, en los comienzos de la crisis financiera, las consecuencias que esta tendría sobre nuestra economía, no solo la española, sino la mundial. La dimensión que adquirió fue tal que hizo que nuestro sistema económico se tambaleara y que aún hoy suframos las consecuencias. Pero si fue complicado anticipar lo que ocurriría en ese sentido, todavía fue más difícil pronosticar los cambios sociales que provocaría esa coyuntura.

La sociedad que conocemos hoy ha sufrido modificaciones muy destacables con respecto a la de antes del inicio de esta etapa tan complicada. Quizá no seamos conscientes de ello por la falta de perspectiva histórica.

Al albor de la crisis económica se registró un cuestionamiento general de todos los elementos o factores que se consideraron culpables de llevarnos a esa situación y, en consecuencia, ha tenido lugar, de forma paralela, una crisis de valores de enorme envergadura. Muchos de los paradigmas que habían servido en cierto modo de guía para varias generaciones, entre ellas la mía, terminaron siendo rechazados como tales.

De la misma manera que en las situaciones de mayores dificultades económicas los hombres y mujeres más emprendedores saben ver una oportunidad, en el marco de una crisis de valores, los más sabios y sabias también son capaces de hallarla. Es así cómo se promueve un replanteamiento de los  aspectos de nuestra sociedad que han tenido consecuencias tan negativas y comienzan a impulsarse otros que pueden conducirnos a condiciones mejores para todos y todas.

Sin embargo, la reformulación global de valores, ese necesario examen minucioso de qué ha fallado para que hayamos sufrido efectos tan devastadores y que tiene el objetivo central de darle la vuelta a aquello que se considere destructivo, debe hacerse, en mi opinión, sobre una base sólida. Esta es la que conforman los principios fundamentales de nuestra sociedad, conectados con aspectos como el bien común, la igualdad o la solidaridad.

En este sentido, a mi juicio, ha desarrollado un papel muy importante el conjunto de las fundaciones. Yo tengo el honor de presidir una de ellas, la Fundación Audiovisual de Andalucía (AVA). Se trata de una institución privada sin fin de lucro patrocinada por la Agencia Pública Empresarial de la Radio y Televisión de Andalucía (RTVA). Persigue, entre otros objetivos, difundir el trabajo y contribuir a mejorar la capacitación profesional de los trabajadores y trabajadoras del sector audiovisual en todas sus vertientes. No obstante, en esta comunidad autónoma hay más de 800 fundaciones activas, que inciden sobre sectores muy diversos.

La experiencia adquirida por los años de crisis nos permite dotarnos de más instrumentos para detectar malas praxis empresariales y aislarlas como tales de una forma más rápida y contundente. Asimismo, cada vez son más las empresas e instituciones que realizan un mayor esfuerzo para garantizar un impacto social positivo de sus actividades, yendo incluso más allá de los preceptos clásicos de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC). De este modo, analizan no solo los beneficios económicos que les reportan sus productos o servicios, sino los beneficios sociales sobre los que han repercutido favorablemente.

Me parece oportuna y necesaria la celebración el 1 de octubre del Día Europeo de las Fundaciones y Donantes al entenderlo como una jornada de puertas abiertas. Así ciudadanas y ciudadanos de distintos lugares del continente podrán conocer de primera mano cómo estas organizaciones sin ánimo de lucro contribuyen día a día a fomentar más bienestar y mayores avances sociales y económicos, todo ello desde una perspectiva sostenible, sin perder como referencia los principios que comentaba anteriormente.

A veces las fundaciones han sido también víctimas, injustas, a mi entender, de ese cuestionamiento general al que me refería. Las generalizaciones son a menudo el germen de muchas injusticias. Eso me lleva a animar al conjunto de los trabajadores y trabajadoras que forman parte de ellas a que sigamos haciendo un esfuerzo diario por comunicar su labor y garantizar la transparencia de sus acciones. Cuanto más se conozca su trabajo, más capacidad habrá de valorarlo de manera justa.

María José Bayo Martín

Periodista. Presidenta de la Fundación Audiovisual de Andalucía